El pasado 5 de febrero del año en curso,
Josefina Vázquez Mota ganó la elección interna del PAN, convirtiéndola en la
primera mujer en contender por la Presidencia de la República en México. Con
esto se dio por terminada toda una serie de especulaciones y Josefina se alzó
con un contundente triunfo, a pesar de que el presidente Calderón y buena parte
de la estructura albi azul trató amañadamente impulsar al ex secretario de
Hacienda Ernesto Cordero. Los panistas, no obstante, se mostraron reacios, tal
y como sucedió hace seis años, cuando eligieron a Calderón por encima del
entonces secretario de Gobernación Santiago Creel, quien era favorecido por Vicente Fox Quesada.
La ex coordinadora de los diputados
panistas en San Lázaro revirtió un largo y tortuoso déficit en las
preferencias. En el primer bimestre del año pasado, según la Consulta Mitofsky ,
su preferencia de voto entre la militancia panista era apenas de 17 puntos
porcentuales, 23 puntos por debajo de Creel Miranda. El vuelco fue radical.
Vázquez Mota obtuvo el 5 de febrero 53.9% contra 38.9 de Cordero y sólo un 6.1%
de Santiago Creel. La ahora precandidata, esto por cuestiones de tiempos
electorales, remó contracorriente y venció al oficialismo, gracias también, a que
los panistas atendieron al llamado insistente de ¡votar en libertad!
La elección panista que amenazaba con
volverse histérica, al final resultó histórica, pues tenemos en el país, por
primera vez a una mujer con posibilidades reales de acceder a la Presidencia. El
panismo debe sentirse orgulloso por haber hecho tal elección, pues superaron al
otro par de parcialidades políticas al hacer un ejercicio democrático, cosa que
el PRD y el PRI decidieron brincarse. Enrique Peña Nieto fue designado por obra
de acomodos cupulares, lo mismo que el de AMLO y PRD, cuya pregonada encuesta
tuvo todos los visos de ser una negociación allá en las alturas.
El lado negativo para el PAN tiene tres
vertientes, y esto sólo se da en la casa presidencial. Primero porque se
involucró en el proceso del mismo modo que hace seis años. Segundo porque el
beneficiario (léase Ernesto Cordero) de su operación fue vencido. Tercero
porque la oposición ahora podrá argüir que si intervino en la elección interna,
puede hacerlo en la constitucional.
Pero las ganancias del PAN parecen ser
más. Verbigracia, su presidente, Gustavo Madero, no tuvo que salir a explicar
lo inexplicable: que la candidata que por meses llevó una delantera bastante
amplia terminara perdiendo. Gana porque con esto la unidad del partido se
resguarda mejor y se esfuma la eventual judicialización de los resultados. Gana
porque Josefina no sólo era la favorita entre militantes sino además entre la
población en general. Gana porque coloca a los azules en segundo lugar y porque
era la más competitiva de los tres. Gana porque llega con menos compromisos a
la candidatura de los que hubiese llegado Cordero, por ejemplo.
Josefina no le debe el triunfo a nadie, es
decir, no les debe ni a gobernadores, ni a los secretarios de Estado, ni a la
casa presidencial. Eso le permite mayor libertad para la continuidad y el
cambio. Le permite una sana distancia al no deberles su postulación y porque
los panistas le brindaron su sufragio a pesar de haber dicho que no gobernaría
con un círculo de amigos ni con puros panistas. Y esto último no es mera
teoría. Así lo ha venido haciendo en los cargos que ha ocupado, en los que ha
nombrado a panistas reconocidos como a especialistas en tal o cual materia
(Miguel Székely y Tuirán) o a representantes ajenos al panismo (Cecilia Loria).
Como aludo párrafos atrás, el PAN volvió a
parte de sus orígenes, y la elección que legitima a su candidata fortalece al
partido de cara a la contienda constitucional de julio venidero.
La
designación de Josefina Vázquez Mota enriquece la contienda, sin embargo, el
reto para esta mujer no es fácil, la ventaja del puntero es enorme, pero
técnicamente es viable. Esto es porque ningún partido político, ni siquiera el
actual PRI tiene ya suficiente voto para vencer. El porcentaje de
independientes ronda el 44%, lo que convierte a la contienda presidencial en
tratar de conquistar un territorio que nadie tiene asegurado. Los
independientes se han transformado en el factor de modernidad en el sistema
electoral mexicano. Veamos el asunto en perspectiva.
Con la elección del 2000, quedó claro que
el PRI no era invencible. Luego del 2006 y la mínima diferencia que favoreció a
Calderón, se hizo evidente que el PRD también podía acceder a gobernar al país.
Son estos independientes, decepcionados de los partidos políticos. Son estos
independientes que esperan hasta tener a los candidatos frente a frente, pues
emiten su voto con base en el perfil y desempeño del candidato, es decir, no
votan por el partido (hay un creciente nivel de exigencia). Son los
independientes quienes dan seguimiento a los pronunciamientos de campaña, los
que pasan a cobrar las facturas por expresiones como “chachalacas”, “al demonio
con las instituciones” o la “prole”, etc. Se trata de la parte poblacional que
aguarda a decidir hasta que desfilen los debates, y según datos,
aproximadamente un 20% decide en el último mes. Insisto, la contienda apenas
principia. Todo puede suceder. Por ejemplo, hace 12 años, el que punteaba era el
candidato priísta. Hace seis años, el que lidereaba era el perredista. Por si
fuera poco, en el Censo poblacional del INEGI de 2010, apareció una marcada
diferencia entre población femenina y masculina, y que favorecía ampliamente a
aquél género. Seguramente también en el padrón electoral, las féminas con
mayoría.
Ya que hablamos de géneros. Vayamos a un
aspecto de vital importancia. El hecho de que una mujer tenga posibilidades de portar la banda presidencial, sitúa a México en un nivel de madurez política
que ya merecíamos. Y esto no es cuestión de modas o casualidades, si no,
pensemos en Angela Merkel, canciller alemana, y que lleva sobre sus hombros buena
parte de la tambaleante Unión Europea. O en Hillary Clinton en su calidad de
Secretaria de Estado del país más poderoso del orbe, y quien además, le peleó
de tú a tú la presidencia de Estados Unidos a Barack Obama. O en la huella de
Michelle Bachelet, quien imprimió un sello de izquierda moderna en su gestión
en Chile. Y qué decir de la sucesora de Lula Da Silva en Brasil, Dilma Douseff,
una mujer que ha eliminado del gabinete por problemas de corrupción. Ya era
hora de que en México diéramos un paso hacia delante en este cambio universal.
Los anteriores aspirantes a candidatas a la Presidencia , como
Rosario Ibarra, Cecilia Soto y Patricia Mercado, infortunadamente no pudieron
pasar de un papel meramente testimonial. Este año es distinto. Si el PAN se
consolida como segunda fuerza y logra disminuir el margen frente al tricolor,
el discurso de Josefina puede imprimir un giro de reivindicación femenina que
buena falta hace. Como es sabido, la igualdad de género dista mucho de ser una
meta cumplida, basta ver los casos de violencia intrafamiliar o laboral, los
niveles salariales, la discriminación silenciosa, etc. ¿Quién atiende con
frecuencia a los hermanos menores o adultos mayores sino esa mujeres que
desertan de la matrícula escolar para cumplir con un función que el Estado ha
sido incapaz de hacer?
La agenda femenil en México está en
edificación, y es una cuestión que atañe a todos los nieves socio-económicos.
El comportamiento machista nos recuerda lo resistente que es esa actitud. Hay
machos pobres y ricos, ignorantes y educados, urbanos y rurales. Coexisten
muchos puntos conflictivos como el derecho de la mujer a decidir sobre su
propio cuerpo que deviene en la potencial interrupción del embarazo. Este
último ejemplo divide y polariza a la sociedad, empero la lista de pendientes
es aún más extensa.
Dado el machismo arraigado aún en pleno
siglo XXI, muchos se cuestionan si una mujer podría lidiar con los problemas de
seguridad y ser jefe nato de las Fuerzas Armadas. Es en este punto donde
emergen los mitos y obstinaciones culturales que la candidata tendrá que
subyugar.
Dejemos la cuestión de género y volvamos a
lo electoral. Si bien es cierto que Josefina Vázquez Mota venció con relativa
facilidad en la elección interna del PAN, la contienda que se avecina será más
compleja. Según la Consulta Mitosfky ,
arranca 17 puntos porcentuales por debajo del priista Enrique Peña Nieto, quien
goza del 41% de la preferencia electoral por 27 de la panista, en tanto que
López Obrador tiene un 18%.
Josefina tiene a su favor un acentuado
carisma. Ha demostrado capacidad para seducir y convencer con palabras,
sonrisas y presencia. Su carrera en la política ha sido relativamente breve.
Antes del 2000 proporcionaba conferencias a organizaciones empresariales y
promovía su libro Dios mío, hazme viuda
por favor, en que conminaba a la mujer cobrar conciencia de su fuerza y a
desarrollar sus talentos en libertad. En el año de la alternancia ganó una
candidatura plurinominal por su partido, pero dejó el curul rápidamente ya que
Vicente Fox la designó como secretaria de la Sedesol. En este cargo, aplicó
el programa Oportunidades.
De la Secretaría de
Desarrollo Social, saltó a la campaña de Calderón en enero de 2006. Calderón la
nombra titular de la SEP
y desde ese puesto impulsó la
Alianza por la Calidad
Educativa. Renunció sin explicación en 2009 (todo indica por
el desgate en su relación con Elba Esther Gordillo) y fue enviada a la Cámara de Diputados como
coordinadora de los panistas. Calderón la insta a que se postule como candidata
a gobernar el Estado de México, pero no aceptó porque tenía fijo su objetivo y
que ahora consiguió, ser la candidata panista a la Presidencia.
Como persona, hasta el momento, parece
irreprochable, tanto en lo privado como en lo público. Es pues desde este punto
de valoración axiológica que supera por mucho a sus adversarios. Si un
ciudadano quiere normar su voto atendiendo a una premisa de estricta moral
política, sin atender a posibilidades de triunfo o a otras consideraciones
pragmáticas, está claro que debe votar por la panista. Su postulación parece
aportar un inapreciable elemento de decencia política. Su presencia en la
candidatura, sin embargo, no es una mera nota de idealismo, ni un adorno
moderno, esto a decir de algunos especialistas, quienes dicen que de romper los
vínculos innecesarios o que más bien, debe romper, representa la mayor
posibilidad de cambio positivo a la Nación.
Que con Peña Nieto se perpetuaría y hasta se acentuaría el status quo que favorece a los dueños del
poder y del dinero que tanto han dañado al país.
En tanto que AMLO promete transformar el
país, pero no sabemos que tan radicales serían esos cambios. Si alguien
considera que aquí debe cambiarse todo drásticamente, que lo que se requiere
sea una revolución, sea cual fuere el método de hacerla, e independientemente
de los costos y consecuencias, entonces debes votar por AMLO.
Entre los extremos priístas y perredistas
se movilizan, Josefina al parecer es el punto medio entre ellos dos.
Corresponde ahora a Josefina Vázquez Mota
ganarse el voto de quienes pueden llevarla a ser la Jefa del Ejecutivo de este
país; hablamos de mujeres, jóvenes y de ese basto número de integrantes de la
clase media que no quiere de vuelta al PRI y a la que inquietan la
personalidad, antecedentes y acompañantes de Andrés Manuel López Obrador.
No obstante, no todo es miel sobre
hojuelas. Para muchos nos preocupa el hecho de que Vázquez Mota no sepa ser
concreta en ocasiones. Tiene facilidad de palabra, empero, en ocasiones, suele emitir frases
sin reparar demasiado en su contenido. Sin embargo, parece haber logrado un
buen desempeño en el programa Oportunidades, mientras que la Alianza por la Calidad Educativa
es un gran esfuerzo del gobierno federal.
Me congratulo por la sola presencia de
Josefina Vázquez Mota como candidata presidenciable. En caso de triunfar,
deberá diferenciar de las dos administraciones anteriores. Deberá remontar 11
años de desprestigio hacia su partido por un ejercicio no muy alejado al del
PRI. Deberá comenzar a saldar asuntos pendientes respecto a corrupción,
corporativismo, monopolios, educación, seguridad, etc. Pero ante todo, debe
mostrar sus propuestas para llevar este país al crecimiento y abatir la
pobreza, y mejorar la distribución del ingreso. Debe por empezar a convencer a
los votantes de que está en plena disposición de que gobernar significa tomar
decisiones, aunque éstas afecten otros intereses; esos intereses que las
administraciones priístas y las últimas dos panistas no han sabido, podido o
querido afectar.
En pocas palabras, si Josefina Vázquez
Mota quiere obtener el triunfo y pasar a la historia como la primera Presidenta
de México, no debe hacer política como la que se ha venido haciendo.