martes, 17 de noviembre de 2015

UN MAL MINIMIZADO

     La vida en la tierra es tan compleja y difícil de explicar desde su origen. A pesar de la multiplicidad de teorías que han intentado dilucidar tan magno evento, el entendimiento humano se ha estrellado por no saber cuál es la causa última por la cual se devino todo lo que nos rodea, incluida la vida misma.

     Algo si es evidente, la especie humana como miembro del género animal ha fallado en muchas ocasiones en salvaguardar a otros animales que le sirvieron en el desarrollo y avance de la civilización humana.

     Quienes abandonan a cachorros de gatos o perros, las especies predilectas como animales de compañía en un hogar “humano”, no logran comprender que a dichos seres se les debe mucho. Veamos.

     Los perros, por ejemplo, fueron acompañantes en la cacería, pues la agudeza de sus sentidos son útiles al momento de ubicar a una presa en potencia. En el caso de los gatos, cuya domesticación se inició poco después de establecerse la agricultura, se les debe el cuidado de los terrenos de cultivo, pues al ser carnívoros por naturaleza, se encargaban de reducir la población de roedores, cuya proliferación dañaría irremediablemente la cosecha de granos almacenados o no, los cuales al día de hoy son esenciales en la alimentación humana.

     La violencia en que se sume la sociedad humana se expresa en múltiples formas, y una de ellas es padecida directamente por gatos o perros abandonados a su suerte en las calles caóticas de las ciudades. Expuestos a ser arrollados por conductores insensatos o peatones que ven a un ser indefenso y osan infligirles daño porque sus reducidas mentes no les da para más.

     No les basta ver, escuchar o leer de por sí las desalentadoras notas de violencia que a diario inundan los medios informativos, sino que quieren ser partícipes de dicha violencia a su modo. De tal manera que el maltrato o la violencia hacia los animales es una consecuencia de la descomposición social, cuya cascada ha descendido a seres cuya mayor culpa fue confiar en una especie que se supone es inteligente y razona.

     Si bien es cierto que la violencia a veces es no intencional, la que sí lo es está encaminada a dominar, controlar, agredir o lastimar a otro ser, cuya jerarquía o cuota de poder es inferior con respecto de quien violenta.

     Por tanto, la violencia se recae sobre los más débiles, sean estos niños, ancianos, mujeres y animales de compañía. Lo inverosímil es que la violencia hacia los animales se tolera por quienes observan, pues tienen la noción de que sus causas y efectos no son relevantes, cuando quizá estés incubando una bomba con temporizador.

     Prevenir, detectar y solventar el maltrato hacia los animales, es un deber de los humanos como especie “superior” en la escala evolutiva, si es que pretendemos coadyuvar un poco por un mundo con menos violencia.

     La violencia dirigida hacia los animales no es un hecho que debamos pasar de largo. Tal vez no lo parezca, pero hay una relación directa entre el maltrato animal y la violencia intrafamiliar. Si un menor de edad ejerce violencia sobre un animal, es muy probable que ese menor sea testigo de violencia entre seres humanos o que ellos mismos sean víctimas de la misma.

     Si una persona violenta a un animal, es porque quizá no sienta empatía por los demás seres vivos, por ende, la probabilidad de que ejerza violencia sobre otro ser humano, también es mayor.

     La violencia deriva en delincuencia muchas veces. Y pongo como marco de referencia una investigación realizada por Gena Icazbalceta, una consultora de marketing, originaria de Morelia, Michoacán, quien halló que en Estados Unidos, los asesinos en series (todos) tenían antecedentes de maltrato animal. Aunque es pertinente aclarar que no todos con un antecedente similar, se convierten en asesinos seriales.

     Si bien es cierto que la mayoría de los infantes pasan por una etapa en la cual lastiman a otro ser vivo, digamos un insecto, como parte de su exploración del mundo, es menester aquí que los padres o quienes se encarguen de la educación del menor, lo orienten y asesoren adecuadamente, de modo que el niño comprenda que el resto de los animales no son insensibles al dolor.

     De ahí la importancia de la enseñanza de valores y patrones de comportamiento que influyan en un modo de vida cuyos principios éticos les haga disfrutar su paso por este planeta finito, respetando las diversas formas de vida.

     Si consideramos todo lo anterior, entonces, es indispensable la participación activa de cada miembro de la sociedad para prevenir, detectar y solventar la violencia hacia los animales y su posible transmutación a la violencia social.

CONFESIONES

Siempre he sido intenso, no he encontrado otra forma de hacer y ser lo que soy y quien soy. Mi corazón late en ambos sentidos de gozo y angu...