viernes, 12 de junio de 2020

CONFESIONES

Siempre he sido intenso, no he encontrado otra forma de hacer y ser lo que soy y quien soy. Mi corazón late en ambos sentidos de gozo y angustia con la misma intensidad, tan símiles son tales latires que no es extraño llegar a confundirme entre amor y desamor. Querer siempre es mi problema, porque querer he querido siempre y quererte a ti no sé si sea un para siempre. Me duermo y me despierto; desayuno y ceno; laboro y descanso; escribo y leo; río y me pongo serio; enseño y aprendo; bostezo y suspiro; observo y cierro los ojos; en la certeza y en la confusión; te quiero y te odio; y en cada dicotomía de cada cosa en este mundo, siempre estás tú. En este instante preciso me dio por extrañar el besar tu frente, me dio por volver a ver en un recuerdo nítido la curva de tu sonrisa por aquel poema de Efraín Huerta que te recité en aquella estación bajo el título "Este es un amor". Soy un rebuscador de palabras porque aunque quiero decirte lo mismo, nunca quiero utilizar la simpleza de lo mismo, aunque sea esa simpleza la que prepondera en mis dichos y actos que los validan. En medio de mi desesperación, por no saber de ti ni poder verte, me ha dado por soñar con tu silueta esquiva y el único resultado obvio fue una descarga de añoranza y melancolía. También me produjo miedo porque en el hecho de esperarte conlleva el riesgo de que vayas a olvidarme. Soy un egoísta lo reconozco, verte lejos es mi última opción, pues estoy hasta el hastío de dejar huir la forma de felicidad que experimenta mi alma al estar contigo. Si el ser obstinado resulta en ocasiones fatal, al menos quiero estar al límite de la muerte por "una vez más", en lugar de un "esto, lo nuestro, ya no va más" que tus dedos escribieron vía WhatsApp. Ahora cada vez que escribo es porque estoy pensando en vos. Me volvió el hambre de tener una inspiración aunque hayas decidido que la misma, durara tan sólo un suspiro. Tienes los labios más hermosos y suaves que conozco, su curva al sonreír es un recuerdo indeleble y el sonido de tu voz al pasar a través de ellos inunda de vida el silencio de mi vacío. Si estuviese justo ahora a tu lado estaría de cursi, diciéndote al oído que eres el sueño de cuyo dueño quiero ser cada noche y, si así no fuera, saldría al amparo de la luz de la luna a buscarte y, si es una noche sin luna, entonces, puede que luciérnagas con su intermitente brillar me ayuden a encontrarte. Me gusta el café cargado y tú te me figuras a una taza de café, eres dulce, en ocasiones un poco amarga por tus cargas emocionales; aunque a mí, particularmente, me gustas caliente. Pensarte me da la sensación de transformarme en eterno e infinito, también me rememora quien soy y en donde estoy. Tengo miedos, lo reconozco, miedo a que me olvides; tengo miedo de escribirte y no me leas más, o me leas y no respondas, sin embargo, continúo haciéndolo, ¿sabes por qué?, por la dicha inmensa de haberte hallado. Pensarte, sentirte, quererte y escribirte me torna expuesto y vulnerable. Justo ahora estoy en tales modos, así que por momentos, mientras escribo, cierro los ojos y dejo que el corazón dicte palabras en un sin fin de sentidos con cada uno de sus latidos.

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