miércoles, 7 de marzo de 2012

PREPA OBLIGATORIA


     La esencia de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es la rigidez para su modificación, sin embargo, y como se ha comentado con anterioridad, la práctica dista mucho de la teoría.

     Esto toma revuelo si consideramos que nuestro actual Jefe del Ejecutivo, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, parece empecinado a ser quien más reformas constitucionales promulgue en su sexenio. Hace ya un mes, el 8 de febrero pasado para ser precisos, firmó reformas a los artículos 3 y 31 de la Constitución para darle obligatoriedad a la educación media superior. Con esto, la actual administración acumula 33 reformas a los más de 500 que ya suma la Carta Magna de 1917.

     Todo esto es indicio de que las buenas intenciones no paran dentro de la cúpula política, pues de nobles intenciones han estado retacando el texto constitucional, siendo así, créanlo, vamos por buen camino. No obstante, el sólo hecho de hacer constitucional la obligatoriedad del bachillerato, no hará que más jóvenes mexicanos la cursen o de que sea de una calidad necesaria para el desarrollo de la sociedad y del país. Modificar la Constitución se ha convertido en un desplante meramente político y no como un inevitable paso a la construcción de un sistema educativo eficiente y de calidad.

     La reforma no tiene nada de novedoso, de hecho, la Ley de Educación del distrito Federal en su artículo 4 estipula que el Gobierno del Distrito Federal tiene la obligación de prestar los servicios educativos a todos sus habitantes en los niveles de preescolar, primaria, secundaria y medio superior; lo que motivo controversias constitucionales ante la Suprema Corte de Justicia, pues supuestamente violentaba las facultades del Congreso de la Unión. Entonces, la novedad no está en la reforma constitucional.

     Por otra parte, y como aduje en el artículo intitulado “95 AÑOS DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE MÉXICO”, existen obligaciones constitucionales que el Estado no cumple, y en materia educativa no hay excepciones. Hace un decenio se promulgó una ley que hacía obligatoria la educación preescolar y hasta la fecha aquella buena intención no se ve cumplimentada ni existen indicios de que se pueda lograr en un futuro previsible, pues no hay ni recursos ni infraestructura ni académicos para ello.

     Estas consideraciones de tipo prácticas poco ha importados a los políticos. Son tiempos electorales y tanto presidente como legisladores quieren pararse el cuello y afirmar que el país es uno de los pocos en el orbe con la obligatoriedad de cursar 15 años de instrucción académica. Luego, carece de importancia el que no existan los tres factores citados en el párrafo anterior (dinero, infraestructura y maestros). Mucho menos les importa que la falta de recursos haga que la ampliación de la cobertura educativa haga descender aún más el de por sí lamentable nivel de enseñanza en México, total, han de pensar que entre menos preparados, pues mejor.

     Ya el gobierno ha asumido una posición similar en el área de salud al presumir que en México existe una cobertura universal que ni siquiera hay en países económicamente más desarrollados, como Estados Unidos. Pero lo que a los políticos les interesa son lograr los impactos necesarios en sus relaciones públicas mediante este tipo de reformas a las leyes, mientras que detalles como la falta de medicamentos e insumos básicos en las instituciones de salud y de que no haya abasto suficiente para la atención hospitalaria, simple y llanamente son desdeñados por los políticos.

     En México la legislación de buenas intenciones es insuficiente, y si realmente queremos tener una educación media superior universal (lo cual se supone se conseguiría dentro de un decenio), pero con calidad, debemos consolidar la educación básica. Es inútil que se incremente la matrícula de estudiantes en bachillerato si llegan a ese nivel con carencias inverosímiles en su preparación (y esto último nadie me lo ha contado, soy testigo presencial de que no saben cosas elementales), y muestra de ello, es el 5, hablando en términos numéricos en una escala del 1 al 10, que obtienen en su conjunto al darse a conocer los resultados del examen de la COMIPEMS. Es decir, como se pretende instruirles en Trigonometría o Cálculo Diferencia e Integral en las prepas si ni siquiera han aprendido a multiplicar o a dividir.

     Se debe trabajar en elevar la calidad en el nivel básico de enseñanza y al mismo tiempo ampliar gradualmente la matrícula estudiantil en el nivel medio superior. Y para ello habrá que contratar al personal preparado, y no estar improvisando. Asimismo deben realizarse evaluaciones nacionales que permitan verificar que el estudiantado realmente está alcanzo el nivel de preparación que corresponde a cada grado de estudios.

     No podemos quedarnos en la utopía de que con reformas constitucionales basta para impulsar una preparación de las nuevas generaciones en cuanto a número y calidad, no, hay que trabajar para lograr el objetivo, por ende, no hay que dejarnos engañar que el nivel educativo mejora con sólo reformas. Sin embargo, tales medidas parecen ser las que más enorgullecen a los miembros de la clase política mexicana para hacernos pensar que están haciendo su trabajo.

     Como dijera Jorge Edwards: “Lo que cuenta es lo que se hace y no lo que se tenía intención de hacer.” 

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