domingo, 1 de abril de 2012

¿?


     No dudo que todos en alguna ocasión nos hemos preguntado ¿por qué las cosas en nuestro país vagan por la calle de la amargura?, y ¿por qué las vicisitudes que nos aquejan no tienen visos de solventarse?

     No obstante, de vez en cuando las respuestas se insinúan entre los hechos más normales, a pesar de que concluyamos contundentemente que nada ha de cambiar dada la obviedad. Esto, ha sido el problema. Si podemos vislumbrar soluciones dentro de la cotidianeidad, luego, significa que es dable un cambio, desde luego, siempre y cuando sepamos identificar nítidamente los puntos álgidos, las cuestiones apremiantes o comportamientos pillastres y que de modo acuciante debemos erradicar, pues es en donde se encuentra la piedra angular de nuestro fracaso como sociedad y como Estado; y si alguien a esta altura se pregunta todavía a que refiero, les digo que ni más ni menos que a la impunidad.

     México no ha pasado de ser un país en vías de desarrollo y eso se ve minimizado si no respetamos las normas que nos hemos impuesto. Empero, la cosa es peor aún, cuando la contravención a las leyes no significa nada para el protervo; pues cuando no existe sanción para quien quebrante una norma, entonces, todo es malogrado por laxo e inconsistente.

     ¿Qué podemos esperar de un país el que existen funcionarios como García Luna, quien no ha pisado jamás una prisión, a pesar de que se le levantara el telón de su teatrito, en cuyo escenario sus subordinados jugaban a ¡secuestrar secuestradores!, con el sólo afán de aparecer en la televisión?

     ¿Qué esperamos si en nuestro país se premia a personajes como Arturo Montiel con una senaduría de representación proporcional, en lugar de ser investigado por su inexplicable enriquecimiento cuando gobernó al Estado de México?

     ¿Qué se puede esperar cuando alguien como Leobardo Urbina juega a ser el lobo que pastorea ovejas, siendo a la vez el “papá pirata” de taxistas irregulares y miembro de la Comisión de Transporte en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Y que, no conforme con ello, le aflore la prepotencia, provocando un mega espectáculo con su irredenta pedantería, con tal de impedir que su taxi pirata fuera arrastrado al corralón; para que luego el partido al cual pertenece se haga de la vista gorda, dizque porque será diputado federal, y en lugar de sancionarlo, inhabilitándolo y deje de ser un mantenido de los impuestos de los ciudadanos, mientras escuda la ilegalidad como todo un desvergonzado?

     Los políticos nos dejan mínimas opciones, entre ellas, una mentada de madre cuando el descaro es inverosímil en sus actos; pues teniendo la oportunidad de promover el cambio, hacen justo lo contrario. Por supuesto, y aunque nos duela y pese, somos el país de la impunidad; aunque, por lo pronto, y gracias a quienes si cumplen con su deber, en la Ciudad de México se cuenta con un taxi pirata menos, un borracho menos al volante (esa va por el Delegado de la Magdalena Contreras). Y bien, cuántos de ustedes aún se pregunta lo que nos podemos esperar en un país como el nuestro. No sé ustedes, pero yo aún no me resigno y pienso que aún tenemos esperanza de que podemos cambiar, ¿o no?

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